DEFENSA INTERNA
Eduardo J. Carletti
PRE es un mundo líquido donde danzan millones de seres, librando una guerra interminable,
silenciosa.
Millones. Millones de seres. Luchando.
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Martín Annares. Abogado, rico, viejo. Disfrutando su salud recién adquirida. Playa. Soledad.
Placer. El sonido imponente del mar golpeando incansable sobre las rocas. Y el sol.
Está tomando pequeños tragos de su jugo. Naranjas. Verdaderas. A su lado, en una carpa de
lona plateada, tiene instalado un poderoso equipo de alta fidelidad. Tchaikovsky. Arena que vibra
y danza, que se desliza con suavidad hasta las ranuras y se acomoda alrededor de los bafles en
dunas pequeñísimas. Casi puede leerse un dibujo lento de ondas sonoras en las formas espesas
de los gránulos. Tchaikovsky, Ravel, Mozart, Beethoven. Un recuerdo de estratos sinfónicos
grabados en formas compuestas de partículas ásperas, en sílice, en la roca desmenuzada por el
mar paciente. En los milenios.
El hombre tiene sensaciones diversas: Arena tibia entre los dedos. Escalofríos de sal en la
espalda. Una frescura dulce en la garganta. Caricia en los oídos; milimétricamente organizada,
armónica, perfecta. El sol en un costado: mejilla, cuello, brazo, pierna. Tibieza lenta. Y el rugido
continuo. Y la salud; la quietud de la salud.
Nada puede preverlo, pero en un instante todo se deshace en un grito. Martín A, rico, viejo,
profundamente saludable, se derrumba en medio del sonido del espanto, las manos aferradas a
la cara, mientras el calor rojo, rojo, doloroso, brota entre sus dedos y se desliza hacia el suelo,
hacia las dunas del sonido, dibujando un mensaje grumoso, indescifrable, y el golpear de la
música marca un destiempo al lento deslizamiento de su cuerpo que cae, cae, cae...
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Lo inicial fue un punto sensible, casi una nada. Después la explosión, que se infló desde ese
centro ínfimo hasta cubrir el todo, la totalidad de la existencia. Y después la sorpresa, el miedo, la
soledad; creciendo, entrelazándose, rompiendo esquemas, creando nuevas soluciones y nuevas
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