El nido, por dentro, y en “on”
Todo el globo conoce el nido. Asistimos este verano a su insuperable poder de
comunicación. La hiperdirecta y característica imagen del estadio se ha impreso en logos,
camisetas y billetes de banco, y su irónica posibilidad homotética ha permitido escalar el
edificio en mesas, lámparas o juguetes. Pudimos ver el edificio desde el aire, como
exquisito castillo pirotécnico en la inolvidable ceremonia de inauguración. Y desde tierra,
como inconfundible símbolo ultra-arquitectónico de la nueva China, en cualquiera de las
impecables retransmisiones televisivas que nos ofrecieron estos últimos juegos.
Mientras los medios de comunicación de todo el planeta mostraron al mundo el
magnífico coliseo en posición “on”, las publicaciones para arquitectos lo presentan, bien
en las imprescindibles fases de construcción, bien en un absoluto “off”. Nada nuevo,
pocas veces se fotografía un edificio en funcionamiento y con gente. Un registro
arquitectónico de un edificio o espacio en “off” tiene consecuencias culturales. Más
cuando el fotografiado es un lugar que alberga a miles de usuarios solo en momentos
determinados. Las consecuencias pasan por fomentar prejuicios estoico-académicos,
como ver en el estadio un ejemplo puramente formal, superficial, de poco calado social. Y
por estigmatizar el resultado por su origen metafórico (incluso cuando aquí lo metafórico
no es origen sino consecuencia), o su caprichoso, pero siempre presunto, "exceso
estructural" .
Bien, todavía falta un importante registro para entender el verdadero alcance de esta
obra. Un registro que no se ha mostrado en las retransmisiones televisivas, aunque si
tímidamente en las publicaciones arquitectónicas, pero siempre en “off”. Me refiero al
vestíbulo infinito de "el nido", y en “on”.
Las imágenes fueron tomadas 17 de agosto de 2008, durante una jornada de juegos de
seis horas de duración. Con Carlos Arroyo, atravesé, en vertical y en horizontal, el
paradigma del espacio piranesiano: El vestíbulo de e