EL GATOPARDO Giuseppe Tomasi di Lampedusa
El Gatopardo se inicia en un momento histórico importante: en el proceso de la unificación política de Italia.
Es en mayo de 1860, cuando ya reina el Borbón Francesco II (historia), al que visita en Caserta el príncipe di
Salina (personaje literario). Historia y ficción se hermanan para concretar la verosimilitud narrativa. Y se
muestra también una oscilación entre historia y memoria individual, entre documento y autobiografía, con
sabor decadentista a veces, y prevalencia de elementos líricos autobiográficos.
Tal oscilación entre historia y memoria crea en la novela un positivo movimiento de ambigüedad que explica,
en parte, la diversa aceptación que tuvo desde el momento de su aparición: elogios y críticas negativas.
Es la transformación de la historia en la memoria individual, la necesidad de existirse. Lampedusa en el
príncipe Fabrizio. También la sociedad aristocrática siciliana, con su nobleza declinada, llena de pasividad, Don
Fabrizio era un ser atípico, incluso en sus relaciones con el jesuita padre Pirrone, al que dirá: “Non siamo
ciechi, caro Padre, siamo soltanto uomini.” Le señala también al jesuita: “Viviamo in una realtà mobile...” En
cierto modo, la realidad móvil la transporta el sobrino de Don Fabrizio, Tancredi Falcone, quien adopta una
posición discreta (Lope de Vega había escrito “que la mayor discreción es acomodarse al tiempo”),
combatiendo con Garibaldi y casándose con Angelica, hija de un excelente ejemplar de los nuevos ricos y de
la transformación social. A Falconeri se debe la frase realista “si vogliamo che tutto rimanga com´è, bisogna
che tutto cambi”. Pero esta necesidad de que todo cambie, para que todo permanezca como es, es un
movimiento que no acepta la memoria aristocrática del príncipe Fabrizio, asentada en el estatismo de una
melancolía cuya conciencia desilusionada odia la eternidad y se abraza a la muerte. Muerte personal, con
nudos ideológicos que no se desatan, porque sería desatar al hombre de su credo, y que conn