EL CLUB DE LOS MARTES
AGATHA CHRISTIE
Misterios sin resolver.
Raymond West lanzó una bocanada de humo y repitió las palabras con una especie de deliberado y consciente
placer.
–Misterios sin resolver.
Miró satisfecho a su alrededor. La habitación era antigua, con amplias vigas oscuras que cruzaban el techo, y
estaba amueblada con muebles de buena calidad muy adecuados a ella. De ahí la mirada aprobadora de
Raymond West. Era escritor de profesión y le gustaba que el ambiente fuera evocador. La casa de su tía Jane
siempre le había parecido un marco muy adecuado para su personalidad. Miró a través de la habitación hacia
donde se encontraba ella, sentada, muy tiesa, en un gran sillón de orejas. Miss Marple vestía un traje de brocado
negro, de cuerpo muy ajustado en la cintura, con una pechera blanca de encaje holandés de Mechlin. Llevaba
puestos mitones también de encaje negro y un gorrito de puntilla negra recogía sus sedosos cabellos
blancos.Tejía algo blanco y suave, y sus claros ojos azules, amables y benevolentes,contemplaban con placer a
su sobrino y los invitados de su sobrino. Se detuvieron primero en el propio Raymond, tan satisfecho de sí
mismo.Luego en Joyce Lempriére, la artista, de espesos cabellos negros y extraños ojos verdosos, y en sir
Henry Clithering, el gran hombre de mundo. Había otras dos personas más en la habitación: el doctor Pender, el
anciano clérigo de la parroquia; y Mr. Petherick,abogado, un enjuto hombrecillo que usaba gafas, aunque miraba
por encima y no a través de los cristales. Miss Marple dedicó un momento de atención a cada una de estas
personas y luego volvió a su labor con una dulce sonrisa en los labios.
Mr. Petherick lanzó la tosecilla seca que precedía siempre sus comentarios.
–¿Qué es lo que has dicho, Raymond? ¿Misterios sin resolver? ¿Y a qué viene eso?
–A nada en concreto –replicó Joyce Lempriére–. A Raymond le gusta el sonido de esas palabras y decírselas a
sí mismo.
Raymond West le dirigió una mirada de reproche que le hizo echar la cabeza hacia atrás y soltar un