Política hidráulica (Misión social de los riegos
en España)
Joaquín Costa
Capítulo I
Misión social de los riegos en España
Vivimos todavía los españoles, lo mismo en agricultura que en historia, en el período mítico y
fabuloso de nuestra vida nacional. Todavía nos fascinan y nos acaloran las luchas de «moros y
cristianos»; todavía nos obsesionan el descubrimiento de las Américas y los galeones cargados de
metales preciosos; nos decimos el pueblo de San Quintín y de Lepanto; llenan aún nuestra
imaginación los nombres de Viriato, el Cid, Roger de Lauría, Hernán Cortés, el Gran Capitán y el
Duque de Alba; nos duele que hayan pasado para no volver aquellos siglos en que el sol no se ponía
nunca en nuestros dominios; nos figuramos aún nuestras fronteras como diques impenetrables a toda
invasión extranjera, y nuestro pueblo como el más valiente y el más hazañoso de la tierra. -Así
también en agricultura: todavía la estrecha y ahoga la leyenda. No hay clima tan benigno como nuestro
clima, ni cielo tan próvido como nuestro cielo, ni suelo tan fértil y abundante como el suelo de España;
aquí, la Naturaleza provee generosamente al sustento del hombre casi sin esfuerzo; brota la tierra por
A los partidos políticos - Regad los campos, si
queréis dejar rastro de vuestro paso por el poder:
los árabes pasaron por España; ha desaparecido su
raza, su religión, sus códigos, sus templos, sus
palacios, sus sepulcros: y sin embargo, su memoria
está viva, porque han subsistido sus riegos.
doquiera espontáneamente frutos en abundancia, y el español, este haragán eterno, tendido a la
sombra de los árboles, apenas tiene que hacer más sino extender la mano para coger el pan que
liberalmente le están brindando plantas y animales; no hay otro como él, tan harto ni tan regalado; los
demás pueblos se morirían de hambre si nosotros no les ofreciéramos las sobras de este festín
espléndido a que nos tiene perpetuamente convidados la Naturaleza; n