LA TRILOGÍA
DUPIN
Edgar Allan Poe
La Trilogía Dupin
Edgar Allan Poe
Los crímenes de la calle Morgue
La canción que cantaban las sirenas, o el nombre
que adoptó Aquiles cuando se escondió entre las mujeres,
son cuestiones enigmáticas, pero que no se hallan
más allá de toda conjetura.
SIR THOMAS BROWNE
Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí
mismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre
otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo
goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con
aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en
esa actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más
triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los enigmas, los acertijos,
los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente
ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más esencial
y profunda, tienen todo el aire de una intuición. La facultad de resolución se ve
posiblemente muy vigorizada por el estudio de las matemáticas, y en especial por su rama
más alta, que, injustamente y tan sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se denomina
análisis, como si se tratara del análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí
mismo analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en
lo segundo. De ahí se sigue que el ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la
naturaleza de la inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un
tratado, sino que me limito a prologar un relato un tanto singular, con algunas
observaciones pasajeras; aprovecharé